Prólogo
Una mujer reclina su cabeza en una piedra. Es verano y hay viento entre los árboles. Algo la insta a mirar, a ver lo que aparece cercano en ese paisaje natural, casi eglógico. Tal vez, recostada en el césped esté leyendo, y un mandato que surge de la letra la convoque desde la profundidad a encontrar otra luz, seguir el río de ese dejarse ir hacia una belleza diversa en la desembocadura.
Así comienza este libro intenso y fascinante de Roxana Palacios, contando una historia, aunque en el tenor poético de una rigurosa condensación. Como si el material visionario que ella encuentra en ese viaje imaginario, refiriera a través de su transcurso una cosa y otra, planos superpuestos, nudos de experiencia que se vuelven imagen constructiva. De inmediato, entonces, emerge la casa: esa casa que se va a ver caminar, flotando entre humos, en el hervor de una conciencia que acarrea su vértigo ajeno al tiempo y el espacio, porque ahí se constituye la apuesta central de esta aventura poética. Primero, como impresión y recuerdo, en alusión a algo que reclama; después, con la furiosa artesanía de una contemplación dinámica, construida en el proceso que va de lo impalpable hasta un objeto que se vuelve carne.
En qué consiste esta casa, se dirá. Precisamente en un arte de yuxtaposición, un absoluto propio del ademán creativo. Es el cuerpo mismo de la mujer que resulta el sujeto del libro; es un yo que es un él, a quien el poema le habla; es una investigación de una génesis familiar, donde los mayorales insisten en volver y confrontar; es el sitio raigal del autoconocimiento; y no menos, una canción de amor desgarrado, del puro instinto deseante que oscila entre el Eros carnal y religioso.
Tal vez, como un pintor de distorsiones, la poesía de Palacios se proyecte siguiendo la intuición de una mancha, una primaria pulsión fortísima sobre la que se aplica a desarrollar lo que ahí se revela implícito. Así, en serie de asociaciones veloces, la lógica convencional se recusa y, en todo caso, ya en plena posesión de lo poético, permite un cierre posterior, por afuera de las referencias.
Es evidente que Palacios encuentra el dominio de su poema componiendo equilibrios dinámicos. Por ejemplo, cada título –probablemente posterior a la fijación de la trama del texto que enmarca– encuadra en frío un frenesí. Lo mismo que el título general del volumen. Cada uno estampa una limpidez que imanta, pero situando en simultáneo, la riada de imágenes lúcidas que laten en la pieza que anuncian. Una suerte de poderosa quietud definidora enfrentada a la alusividad más vibrante, y cuyo objeto es lograr la extraña vitalidad del conjunto.
Tal como advierten los epígrafes, el andarivel del libro es doble o múltiple, según se mire: contemplar los rostros o significados de la casa, en la lección de Orozco, y a la par, la utopía de un más allá de la forma, conforme al apunte de Sor Juana Inés –aquella enorme poeta primera de América, quien en el mundo fuera Juana de Asbaje. Una multiplicación del sentido, en tanto significados que constituyen el tejido de una vida, y una variación de los sentidos, en tanto modos de percepción, que replican la intención, en verso o en prosa, o en verso y en prosa directamente, amén de traducir la condición visionaria al sonido impecable de la andadura poética.
Quiero decir que esta Casa que ves caminar resulta una metáfora hipercondensadora, que remite a un afuera del libro sí, pero que es el mismo libro también, como materia textual incluyente del lector en el flujo de esa modulación que pulsa las líneas y las voces. Una secuencia síquica que realiza su buceo interior, a velocidad de conciencia profunda, y encuentra líneas memorables todo el tiempo, como “locomotora que no detiene su marcha bajo el agua”, lo mismo que nos deja en estado de hipnosis y tensión fecunda, en otro movimiento paradojal: bajo la atmósfera de una comprensión encontrada mucho más allá de la razón de superficie. En su misma ruptura.
Creo que el libro tiene un final feliz, aparte de la felicidad de su logro. Una vuelta a los hábitos y a la vida cotidiana, bien dentro de una casa con referencias reales; pero sobre todo, con la convicción de que queda mucha pasión por dar y recibir, aunque la tarde llegue en “mezcla de escombros y de viento”. Un estilo abierto y único para pensar que valió la pena vivir, y que el amor por la vida, también es esa casa que se verá y verá caminar hasta el día que no tiene fin.
Javier Adúriz
jueves, 21 de enero de 2010
ésa es la casa, ésos son los rostros que veías difusos
Olga Orozco
¿qué viene a importar que sea en verso o en prosa,
o con estas palabras o aquéllas?
Juana de Asbaje
vení, sentate a la sombra
la cabeza en la piedra, ojos diagonales hacia arriba, los árboles no te comen,
es verano, las voces cuidan su garganta durante el verano, no hace falta remover
el aire, el viento no se agota, poné la cabeza en la piedra, ¿sabés rezar?,
demasiada luz para unas piernas cruzadas, deberías trazar diagonales con las
piernas, la cabeza en el suelo, buscá un eje, las manos sobre el río, por qué no
cortás un jazmín en la desembocadura
paredes con humo
hay un saber en los ladrillos deshabitando una casa que flota,
no puede más que humo y que flotar
la memoria respira con el próximo fósforo,
huesos de amianto que no saben más que amianto,
flotar amianto sobre los ladrillos
la memoria es un trayecto que alfombra la casa,
dice que quiere flotar en la escalera pero la escalera no
entonces humo y paredes con humo,
memoria con manos sobre la escalera
movimiento en el plano
un olor agrio como de brasas o de hielo
y el sol de marzo pegado al pasamanos
junto al descanso del estribo,
tu cabeza adentro, sobre dos estantes
la locomotora no detiene su marcha bajo el agua,
hay que buscar los controles, vapor no rige igual a humo,
no hay planchas de hierro que guíen
serpentinas sobre arcilla
si querés salir vas a tener que ondular,
roerte las mandíbulas hasta que bailen
tres días y tres noches dura el viaje,
si la casa está del otro lado habrá peces, insectos
sobre la superficie, habrá cuatro pilares a la vista,
una calle angosta, vegetal,
ventanas abiertas como golfos,
esferas y vagones entre los frutales
una mujer rompe terrones hasta deshacerlos
lluvia en los alambres, esa mujer rompe terrones
hasta deshacerlos, una mano en la tierra, otra
en las semillas, mira al hombre que viene, dice tengo
una hija en las nubes, una manzana en la lengua,
moja sus brazos, ella moja sus brazos
con estopa, cae la mesa, aros de pan en los corrales,
la mujer tranqueras vacías, potros cambian de lugar
en este lote, madre, hay tablas también en este lote
la madera es madera se astilla cruza
se encienden cuerdas como paños
estallan paños en un globo, cuerpos estallan en un globo
la mujer toca un hilo y es de seda, ojos
de caballo no, ella, labios de hiena no saben reír,
el hombre corta flores con la boca
de madre sobre el pecho, mueve los dedos como soles,
trepa la hiedra, la seda envuelta de sus brazos,
una flor en la boca,
la escopeta cargada, potros
cambian de lugar en este lote
pasos en la escalera
no es la voz en un retrato son sus pasos lo que queda de sus pasos sobre la escalera lo que queda de escalera sobre tu ventana no la voz debajo del tabique pegada a tus manos la voz sobre la tierra detrás de la puerta de tu habitación las voces de su voz en otras voces la ausencia de su voz en otras veces no lo grave de su voz en un dibujo sino pasos enredados en la almohada pasos sobre este cielo de adoquines pasos que te encuentren debajo de otros pasos
sobre las paredes
debajo de la almohada
para que se borren se fusionen se rompan
los ladrillos para que martillen embudos
martillen las esferas
no ves llaves en tu habitación
l
un animal cubre las puertas la casa,
es su ojo el que cruje, no el tuyo
brazos movimiento mueven las raíces,
brazos movimiento como catedrales
más agua en las paredes, blanco
un termómetro a cuarenta grados come polvo en tus rodillas
sus ojos, no los tuyos, cuentan parte de la historia:
la mano sobre el hacha, el hacha en el verdugo
de quién la sangre blanca para un salto en blanco
blanco en el cuadro sobre la escalera, blancas catedrales con brazos en blanco, blancos carbones, tablas
de los pies con blanco, salto, polvo en las ventanas, once veces blancos ojos de tu habitación
2
corrés en dirección a los escalones, resbalás
¿lo azul es una boina? ¿maría inmaculada sobre tu cabeza?
tiene algo dichoso despertar cerca de la hierba,
la conversación en el cuarto del sueño por ejemplo:
rota la escalera, siempre más real que la del árbol
unas manos accionan la turbina, desde arriba
tus piernas son tortugas ondulando hacia la isla,
el infierno cerca, en tu cabeza
por donde se mire este lugar
por donde se mire este lugar, caballos
como sea que la niebla se diluya,
detrás del humo andan cascos
en el centro de la isla,
árboles gastan los canales,
es un puño el sol que viene de los camalotes
saltan los caballos,
hilos de la virgen o babas del diablo,
también hacen oír su trote,
un roce frenético desde los metales
van a traspasar el junco de esta orilla
van a traspasar de lado a lado la columna
de junco de esta orilla
siempre, en este lugar, sombras que se abrazan,
troncos en partida,
nidos sobre las chapas de las contenciones
hace falta un poco de agua
no basta con este olor a lluvia,
marzo está en las rejas de las casas,
en los lunares de los techos
en el animal de carne que arrastra carne
para morder para enterrar
marzo en las líneas de la ruta y lo empañado del vidrio,
marzo en la sequía y las paredes de este cuarto,
marzo avanzando en esta sed, los pájaros se rompen en el aire,
estallaron los árboles, el verde es un recuerdo
un círculo debajo de las piernas
l
un círculo debajo de las piernas,
del otro lado del vidrio la gente avanza con sus autos,
los autos avanzan con sus giros, el reloj
de tu brazo escupe igual que el de la calle:
no vayas a perderte, el viento deja caer sogas para hacer
dinamita con tu cuerpo y abrirlo en dos
a cada quien el guardián que corresponda, el galope ritual,
la nube que salva pisadas
y la tarde en tu frente antes de convertirte en herida
vuelven audacias de otra historia, los caballos detrás
el último te arranca la montura,
golpe de vara sobre el lomo vacío
2
a quién le importa dónde pariste noche,
cuándo se borró tu cintura en una cuerda
qué más da si viste no viste a la mujer saltando vallas
como si pudieran devolverle tramos de su cuerpo,
viste carbón y punto,
una muerte tibia
lo empujaste al mar de la ciudad donde vivías
3
podés escribir las paredes, los vidrios, las columnas,
esta lengua cuchillo con silencio,
escribir las tumbas de la casa, los ojos
de la casa, los monstruos de la casa,
tus rodillas y la tierra,
pero los huesos están sordos,
hay tambores cerca de la ventana,
una respiración envuelta en el cuello
el ruido pegado a la madera,
esa piedra que choca,
un ruido de cascos pegado a la madera
ahora mismito se parece a santa teresa
mujer de estanque en una foto
incompleta la mano que mueve sobre tu cintura
útero entreabierto, vínculo de cuerdas en las cuerdas
la mujer es un leopardo
un sonido quiebra, corta, parte de la lengua
música de roca, juega,
juego con el ángel, con el hijo,
útero la sangre contra el cuerpo
contra el cuerpo fuera, útero en el árbol de la foto
prosa de a dos en las cabezas, se da
no se quita sangre dentro de la sangre,
ojos en las cuerdas,
la cintura en las manos
flores debajo de la tierra
vos esperabas una noche sumisa, medio cigarrillo en la fatiga, la tierra sosteniendo tus sandalias, el eje, un soporte, el laberinto
un laberinto rosa con estrellitas doradas y destellos, la diadema en la frente, banderines encendidos por dentro, el viento incrustado en tus rodillas
esperabas vértigo, ¿lobos?, los brazos abiertos como cruces, el zapatito de vidrio en la escalera, un amor como el cristal, el verde en la secuencia perfecta,
nubes en carrera desde la ventanilla del avión
labios en la piel, uñas en la carne, un rayo luminoso esperabas,
morirte mejor que tu cadáver para comer flores debajo de la tierra
demasiado ruido en este cuarto
no sirve de nada prestar atención a unas manos bajo el agua tibia,
de cualquier modo los cables rozan la persiana y en los árboles,
en la columna de humo entre los dedos y hasta los pulmones,
hay presencias
alguien llama desde otra habitación,
alguien escuchará los pasos y la voz,
podría ser un niño, podría ser un hombre
las manos están tibias,
el humo en el aire,
es posible caminar en dirección a los escalones para responder
no hace falta describir ningún objeto,
tejer ni destejer ninguna trama
puede que sea otra vez el desarme
una masa blanda sobre blandas piedras, la cabeza hecha junco bajo un líquido blanco, leche seca por las avenidas
tus hijos rezan su canción desde la escuela, atentos los anillos de sus piernas mientras la casa flota elevada sobre cuatro pilares
es de mala suerte que un árbol sobrepase las columnas, diría tu madre ahora,
si presenciara la escena del chico encima de las tejas
una sola se quiebra, las grietas alcanzan cielorrasos y dentro de este cuarto
el aire empieza a soportar casi todos cada uno de sus muebles
vos con tu banderita, tu diadema de flores, la sangre abrochada en las muñecas,
con la mano en el árbol antes de parecerte a la hiedra que hiedra teje
la medianera de tu casa
lo que se vio era un volcán
preferible mantas blancas sin arrugas, asustan
bolsas de dormir, uno
mejor seres saltando cataclismos en el techo, dos
demasiados moretones en las piernas,
la escalera se baja con cuidado, tres
cuerpos de invierno
circulan por las manos,
lo que se vio era un volcán,
trapo negro sobre bolsas negras
las bolsas a la calle,
los árboles no escapan a sus posiciones
árboles no escapan canto
se necesita atar el mástil de luz a la vereda, atarse
al mástil de luz en la vereda,
tabla rasa en la almohada,
clavo movimiento de los párpados
están las puertas, las risas de la casa
quisieras correr, lavar
la parafina de las velas, el tallo de la rosa,
una sal que viene de los cables
pero las paredes tejen detrás de los afiches
quisieras ver al hombre que cruza fijo en la ventana,
el roble cruza fijo de la puerta
pero ves cuentas de piedra en manos de las piedras,
los ladrillos sellan humo contra
ella posa con vos en un retrato
teje, corta con sus ojos, ríen los brazos en la imagen
ella se esconde si la tela avanza sobre el humo,
ciegas las patas, cepillar juegan las voces dentro de los pasos
quisieras escucharla, sí
pero ella parte frente sobre el cruce fijo,
sella lo roto de la imagen
poco se mira porque mucho se borra
detrás del humo teje
babas de nadie, de hilo en hilo,
ríos vegetales como afuera
trenes
l
es una inercia el tren en este pueblo,
una masa que se hunde, el norte y el sur su propia imagen,
manos de vidrio en el vagón comedor
atravesar nudos la planicie, describir lo llano
sobre la mesa, cerca de las bocas, un animal
agranda el diseño de sus dedos,
hace rato que el oeste se pega en las ventanas,
un tránsito liso que envejece
es posible adulterar la lluvia,
traficar huesos junto con la carne,
el granizo golpea intermitente,
de un lado el animal de fauces llenas y de frente,
la frente redonda de la locomotora, desierta y helada
como la superficie de estos rieles
se ve no se mira la inercia que divide la carne, el gesto
idiota del animal con aire de glotonería,
los nudos que encierran a las piedras,
la masa que se ahueca para desprenderlos
2
una luz helada sobrevive, ronca, se diluye, habla de lo que hay ahora:
el cielo acuchillado, el agua en los durmientes,
la agonía serena de un rayo sobre la montaña
habla de la estúpida cara de la luna, de un aire
con aceite donde los pájaros no hacen más que resbalar,
la inconsistencia del fruto,
esta manía de los árboles de brotar en primavera
tren detenido, la tarde es una mezcla de escombros y de viento,
un chico escuálido se balancea boca abajo en una rama, cerca de la hembra con cría
la manada camina, trota, con dificultosa lentitud
atrás los vagones, el óxido sobre las preguntas
caminás, corrés con dificultosa lentitud, el chico escuálido traga los escombros,
la inconsistencia del fruto, la estúpida cara de la luna,
no hace más que resbalar en el aceite, no hace más que arrancar piedras
desde las tripas de la hembra
el tren recupera movimiento, la noche en un páramo de voces,
él levanta la luna con la mano,
la guarda boca abajo en el aceite,
se achica
3
cada vez creo menos en el decir, dijo alguien,
los colores empezaron a cambiar en un punto del camino
y desde este ángulo del camarote, desde la ventanilla empañada
de gotas siempre externas, ves otra lámina de humo,
una alameda con hojas secas, un puente de piedra que cubre
la huella sobre el pasto
también hay cipreses y arbustos innombrables
la tierra está plegada desde hace ya varios siglos
y este tren, del que sos pasajera casi involuntaria,
se desliza en los durmientes y las vías de acceso
como tantos vehículos posibles
después el agua, cables entre postes y resortes,
muros de hierro con dinamita de lo que no se puede decir
ahora no quiero mirar
carbón debajo de los ojos
mil caras te dilatan la memoria,
alguien espera en algún sitio
vamos, tenés que elegir, al fin de cuentas
llevaste a cabo fundaciones más comprometidas
suficientes fantasmas,
podés creer que sometiste a la fiebre
pero hay carbón debajo de los ojos todavía,
no es posible tirarlo nuevamente al mar
las redes están quebradas
relámpagos iluminan tus manos ahora
y lo que ves reptar son estrellas
vamos, arrastrá tu cuerpo
que su ropa se aleje por el agua
padre en la escalera
en otoño trepaba su escalera de pintor con una tijera de podar sobre la espalda,
los cuadros de la camisa rozaban el metal y la madera, se movían en círculos mientras mi padre,
como un gato, cubría uno a uno los escalones oblicuos, sables como tallos los hierros que terminaban en cuña
al llegar arriba enderezaba la tijera y empezaba a cortar, para tener mejor sombra en el verano, decía
las hiedras no son verdes durante el otoño, no hay orugas ni flores en los canteros, no obstante mi padre amontonaba gran cantidad de hojas que dejaba secar en el fondo del jardín
lo que venía después era un ritual, me gustaba el olor a humo de la ceremonia
anoche, alguien cortó una enredadera y la dejó junto a una columna de piedra
en la casa nueva
la casa nueva será más pequeña que la anterior, ni orugas ni flores en otoño,
hojas para la ceremonia en el fondo del jardín
para llegar a la casa de la isla
zumban avispas, cinturas los panales,
el río es una placa, tus dos piernas en una,
abajo, como flechas, hombros adelante, que froten
amarras, que se achiquen
buscá el ángulo, pisalo con fuerza para que te expulse,
ojos distantes sobre el cuerpo, la brazada es otra,
la mano sobre el junco, tranquila, tenés las iniciales
de tu nombre en el anillo, fijate bien,
la escalera del muelle es otra cosa, resbala de verde
cuando el agua sube, madera liquen cuando baja
no es musgo en la cabeza, señores
lógica pura hasta llegar a la casa de la isla,
se sabe que los juncos hamacaron flotar sobre sus tientos,
se sabe que el aire de la casa suma respiración,
resta salir del agua, la blusa adherida a las costillas
islas
l
la isla desde arriba,
alguien va a llevársela en la espalda
el hombre sentado sobre el último diario
cuenta historias, escribe
barbas y contornos que se besan
escribe manchas blancas en la isla,
lejos de la memoria de la isla
la isla sobre un paño,
huecos de aire, caídas en esta turbulencia,
el hombre escribe océanos de tumbas
lee sus tres pasos en voz alta
sobrevolamos rocas negras
el hombre ya no escribe,
sangra pozos en el fondo del pozo
pero frota sus dedos y el silencio no existe,
manos con raíces en el agua
2
la casa que ves caminar es un océano,
no hace falta apilar troncos para traerla hasta aquí,
cortá flores con la boca, bocas con el cuerpo, date vuelta,
no mires hasta que la cuerda se rompa la garganta,
hasta que la espalda reaparezca y trepe
arcilla por las piernas no
que la arcilla se disuelva, que no respire,
que ronque lo que tiene que roncar
con arena te gusta,
seca húmeda en las tablas,
para envolver las mitades de tu casa
branquias entreabiertas, vamos,
estrellas reptan carbón debajo de tus ojos todavía,
date vuelta, los pasos tienen bocas en el cuerpo
la casa sangra noche
ramas y soles desde otra ventana,
faltan pasos, algunos vagones en sus rieles,
las manos cruzadas sobre el pecho, rotas
de sudor en la garganta, sabés
que son ramas de su voz en las paredes,
sobre los canales ves el movimiento
agua desde tu cabeza, los remos sueltan anclas
debajo de las quillas
ves las hojas secas que comprimen,
sabés que resbalás, que la isla en sus inmediaciones,
que los peces no son espejismos que se alejan,
los insectos vuelan guerras de conos invertidos,
tu mano está adherida a su costilla
si la casa sangra noche,
ni orugas ni flores en los canteros
ventanas
1
en la sexta ventana una ausencia de soles,
en la sexta ventana un globo de arena,
el útero a punto de masticar la tierra
en la sexta ventana la fragua, el humo,
una escuadra de insectos a lomo de insecto
en la sexta ventana astillas
de todos los huecos de todos los huesos de aquel hombre
en la sexta ventana otra fragua,
otro humo en la sexta ventana
2
sueltan estrellas curvas los canales
desde la embarcación, maría la tercera en tu cintura
el abrazo cuenta, la velocidad del viento sobre el agua
orión es un faro blanco entre los indicadores,
dicen que el tramo es bajo si pensás calar profundo
pero flotar flotan de tallos los estambres
no importa la posición, qué más da
si el aire viene ahora de la roca,
si los remos por delante, de costado,
es necesario cerrar los ojos hasta que la lluvia pase
como sea que coloques la cabeza tus manos son raíces,
la montaña se ve detrás del junco,
la casa con sus once ventanas
también esta noche
es posible abrir la puerta en la maleza
y engendrar frutos que no vienen de la tierra
sino de su columna vertebral
te gustan los ademanes de su casa,
el encuentro perdura en el movimiento de los músculos
en su casa los pájaros huelen a madera,
los libros inyectan demandas en los vértices,
los vértices son cerebros que batallan contra el sueño
la oscuridad, la fatiga en su casa,
son imágenes
te gusta su cuarto, te gusta quién es él en su cuarto,
te gusta que deje tus zapatos al costado de la cama y te condene
a mezclar resurrecciones con agua del infierno
no la voz en un retrato
vas a enjabonarte el cuerpo, el agua sopla tibio dentro de tus piernas,
él colocó jabón, aceite bajo la columna que viene del cromo, trae piedras de sal
y de jazmines, quiere enjabonarte el cuerpo con jazmines
remueve la toalla, la voz duele, la saca de allí, se hunde en esferas que suben hasta las vetas del mármol,
cierra tus ojos, no lo ves, acomoda la toalla
bajo tu cabeza, las piedras se diluyen en escamas que empiezan a flotar
sobre tus hombros, quiere enjabonarte el cuerpo con escamas
la voz viene del borde frío en la bañera, te asustan los sonidos graves,
los cubre con aceite, vas a enjabonarle el cuerpo con aceite
Olga Orozco
¿qué viene a importar que sea en verso o en prosa,
o con estas palabras o aquéllas?
Juana de Asbaje
vení, sentate a la sombra
la cabeza en la piedra, ojos diagonales hacia arriba, los árboles no te comen,
es verano, las voces cuidan su garganta durante el verano, no hace falta remover
el aire, el viento no se agota, poné la cabeza en la piedra, ¿sabés rezar?,
demasiada luz para unas piernas cruzadas, deberías trazar diagonales con las
piernas, la cabeza en el suelo, buscá un eje, las manos sobre el río, por qué no
cortás un jazmín en la desembocadura
paredes con humo
hay un saber en los ladrillos deshabitando una casa que flota,
no puede más que humo y que flotar
la memoria respira con el próximo fósforo,
huesos de amianto que no saben más que amianto,
flotar amianto sobre los ladrillos
la memoria es un trayecto que alfombra la casa,
dice que quiere flotar en la escalera pero la escalera no
entonces humo y paredes con humo,
memoria con manos sobre la escalera
movimiento en el plano
un olor agrio como de brasas o de hielo
y el sol de marzo pegado al pasamanos
junto al descanso del estribo,
tu cabeza adentro, sobre dos estantes
la locomotora no detiene su marcha bajo el agua,
hay que buscar los controles, vapor no rige igual a humo,
no hay planchas de hierro que guíen
serpentinas sobre arcilla
si querés salir vas a tener que ondular,
roerte las mandíbulas hasta que bailen
tres días y tres noches dura el viaje,
si la casa está del otro lado habrá peces, insectos
sobre la superficie, habrá cuatro pilares a la vista,
una calle angosta, vegetal,
ventanas abiertas como golfos,
esferas y vagones entre los frutales
una mujer rompe terrones hasta deshacerlos
lluvia en los alambres, esa mujer rompe terrones
hasta deshacerlos, una mano en la tierra, otra
en las semillas, mira al hombre que viene, dice tengo
una hija en las nubes, una manzana en la lengua,
moja sus brazos, ella moja sus brazos
con estopa, cae la mesa, aros de pan en los corrales,
la mujer tranqueras vacías, potros cambian de lugar
en este lote, madre, hay tablas también en este lote
la madera es madera se astilla cruza
se encienden cuerdas como paños
estallan paños en un globo, cuerpos estallan en un globo
la mujer toca un hilo y es de seda, ojos
de caballo no, ella, labios de hiena no saben reír,
el hombre corta flores con la boca
de madre sobre el pecho, mueve los dedos como soles,
trepa la hiedra, la seda envuelta de sus brazos,
una flor en la boca,
la escopeta cargada, potros
cambian de lugar en este lote
pasos en la escalera
no es la voz en un retrato son sus pasos lo que queda de sus pasos sobre la escalera lo que queda de escalera sobre tu ventana no la voz debajo del tabique pegada a tus manos la voz sobre la tierra detrás de la puerta de tu habitación las voces de su voz en otras voces la ausencia de su voz en otras veces no lo grave de su voz en un dibujo sino pasos enredados en la almohada pasos sobre este cielo de adoquines pasos que te encuentren debajo de otros pasos
sobre las paredes
debajo de la almohada
para que se borren se fusionen se rompan
los ladrillos para que martillen embudos
martillen las esferas
no ves llaves en tu habitación
l
un animal cubre las puertas la casa,
es su ojo el que cruje, no el tuyo
brazos movimiento mueven las raíces,
brazos movimiento como catedrales
más agua en las paredes, blanco
un termómetro a cuarenta grados come polvo en tus rodillas
sus ojos, no los tuyos, cuentan parte de la historia:
la mano sobre el hacha, el hacha en el verdugo
de quién la sangre blanca para un salto en blanco
blanco en el cuadro sobre la escalera, blancas catedrales con brazos en blanco, blancos carbones, tablas
de los pies con blanco, salto, polvo en las ventanas, once veces blancos ojos de tu habitación
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corrés en dirección a los escalones, resbalás
¿lo azul es una boina? ¿maría inmaculada sobre tu cabeza?
tiene algo dichoso despertar cerca de la hierba,
la conversación en el cuarto del sueño por ejemplo:
rota la escalera, siempre más real que la del árbol
unas manos accionan la turbina, desde arriba
tus piernas son tortugas ondulando hacia la isla,
el infierno cerca, en tu cabeza
por donde se mire este lugar
por donde se mire este lugar, caballos
como sea que la niebla se diluya,
detrás del humo andan cascos
en el centro de la isla,
árboles gastan los canales,
es un puño el sol que viene de los camalotes
saltan los caballos,
hilos de la virgen o babas del diablo,
también hacen oír su trote,
un roce frenético desde los metales
van a traspasar el junco de esta orilla
van a traspasar de lado a lado la columna
de junco de esta orilla
siempre, en este lugar, sombras que se abrazan,
troncos en partida,
nidos sobre las chapas de las contenciones
hace falta un poco de agua
no basta con este olor a lluvia,
marzo está en las rejas de las casas,
en los lunares de los techos
en el animal de carne que arrastra carne
para morder para enterrar
marzo en las líneas de la ruta y lo empañado del vidrio,
marzo en la sequía y las paredes de este cuarto,
marzo avanzando en esta sed, los pájaros se rompen en el aire,
estallaron los árboles, el verde es un recuerdo
un círculo debajo de las piernas
l
un círculo debajo de las piernas,
del otro lado del vidrio la gente avanza con sus autos,
los autos avanzan con sus giros, el reloj
de tu brazo escupe igual que el de la calle:
no vayas a perderte, el viento deja caer sogas para hacer
dinamita con tu cuerpo y abrirlo en dos
a cada quien el guardián que corresponda, el galope ritual,
la nube que salva pisadas
y la tarde en tu frente antes de convertirte en herida
vuelven audacias de otra historia, los caballos detrás
el último te arranca la montura,
golpe de vara sobre el lomo vacío
2
a quién le importa dónde pariste noche,
cuándo se borró tu cintura en una cuerda
qué más da si viste no viste a la mujer saltando vallas
como si pudieran devolverle tramos de su cuerpo,
viste carbón y punto,
una muerte tibia
lo empujaste al mar de la ciudad donde vivías
3
podés escribir las paredes, los vidrios, las columnas,
esta lengua cuchillo con silencio,
escribir las tumbas de la casa, los ojos
de la casa, los monstruos de la casa,
tus rodillas y la tierra,
pero los huesos están sordos,
hay tambores cerca de la ventana,
una respiración envuelta en el cuello
el ruido pegado a la madera,
esa piedra que choca,
un ruido de cascos pegado a la madera
ahora mismito se parece a santa teresa
mujer de estanque en una foto
incompleta la mano que mueve sobre tu cintura
útero entreabierto, vínculo de cuerdas en las cuerdas
la mujer es un leopardo
un sonido quiebra, corta, parte de la lengua
música de roca, juega,
juego con el ángel, con el hijo,
útero la sangre contra el cuerpo
contra el cuerpo fuera, útero en el árbol de la foto
prosa de a dos en las cabezas, se da
no se quita sangre dentro de la sangre,
ojos en las cuerdas,
la cintura en las manos
flores debajo de la tierra
vos esperabas una noche sumisa, medio cigarrillo en la fatiga, la tierra sosteniendo tus sandalias, el eje, un soporte, el laberinto
un laberinto rosa con estrellitas doradas y destellos, la diadema en la frente, banderines encendidos por dentro, el viento incrustado en tus rodillas
esperabas vértigo, ¿lobos?, los brazos abiertos como cruces, el zapatito de vidrio en la escalera, un amor como el cristal, el verde en la secuencia perfecta,
nubes en carrera desde la ventanilla del avión
labios en la piel, uñas en la carne, un rayo luminoso esperabas,
morirte mejor que tu cadáver para comer flores debajo de la tierra
demasiado ruido en este cuarto
no sirve de nada prestar atención a unas manos bajo el agua tibia,
de cualquier modo los cables rozan la persiana y en los árboles,
en la columna de humo entre los dedos y hasta los pulmones,
hay presencias
alguien llama desde otra habitación,
alguien escuchará los pasos y la voz,
podría ser un niño, podría ser un hombre
las manos están tibias,
el humo en el aire,
es posible caminar en dirección a los escalones para responder
no hace falta describir ningún objeto,
tejer ni destejer ninguna trama
puede que sea otra vez el desarme
una masa blanda sobre blandas piedras, la cabeza hecha junco bajo un líquido blanco, leche seca por las avenidas
tus hijos rezan su canción desde la escuela, atentos los anillos de sus piernas mientras la casa flota elevada sobre cuatro pilares
es de mala suerte que un árbol sobrepase las columnas, diría tu madre ahora,
si presenciara la escena del chico encima de las tejas
una sola se quiebra, las grietas alcanzan cielorrasos y dentro de este cuarto
el aire empieza a soportar casi todos cada uno de sus muebles
vos con tu banderita, tu diadema de flores, la sangre abrochada en las muñecas,
con la mano en el árbol antes de parecerte a la hiedra que hiedra teje
la medianera de tu casa
lo que se vio era un volcán
preferible mantas blancas sin arrugas, asustan
bolsas de dormir, uno
mejor seres saltando cataclismos en el techo, dos
demasiados moretones en las piernas,
la escalera se baja con cuidado, tres
cuerpos de invierno
circulan por las manos,
lo que se vio era un volcán,
trapo negro sobre bolsas negras
las bolsas a la calle,
los árboles no escapan a sus posiciones
árboles no escapan canto
se necesita atar el mástil de luz a la vereda, atarse
al mástil de luz en la vereda,
tabla rasa en la almohada,
clavo movimiento de los párpados
están las puertas, las risas de la casa
quisieras correr, lavar
la parafina de las velas, el tallo de la rosa,
una sal que viene de los cables
pero las paredes tejen detrás de los afiches
quisieras ver al hombre que cruza fijo en la ventana,
el roble cruza fijo de la puerta
pero ves cuentas de piedra en manos de las piedras,
los ladrillos sellan humo contra
ella posa con vos en un retrato
teje, corta con sus ojos, ríen los brazos en la imagen
ella se esconde si la tela avanza sobre el humo,
ciegas las patas, cepillar juegan las voces dentro de los pasos
quisieras escucharla, sí
pero ella parte frente sobre el cruce fijo,
sella lo roto de la imagen
poco se mira porque mucho se borra
detrás del humo teje
babas de nadie, de hilo en hilo,
ríos vegetales como afuera
trenes
l
es una inercia el tren en este pueblo,
una masa que se hunde, el norte y el sur su propia imagen,
manos de vidrio en el vagón comedor
atravesar nudos la planicie, describir lo llano
sobre la mesa, cerca de las bocas, un animal
agranda el diseño de sus dedos,
hace rato que el oeste se pega en las ventanas,
un tránsito liso que envejece
es posible adulterar la lluvia,
traficar huesos junto con la carne,
el granizo golpea intermitente,
de un lado el animal de fauces llenas y de frente,
la frente redonda de la locomotora, desierta y helada
como la superficie de estos rieles
se ve no se mira la inercia que divide la carne, el gesto
idiota del animal con aire de glotonería,
los nudos que encierran a las piedras,
la masa que se ahueca para desprenderlos
2
una luz helada sobrevive, ronca, se diluye, habla de lo que hay ahora:
el cielo acuchillado, el agua en los durmientes,
la agonía serena de un rayo sobre la montaña
habla de la estúpida cara de la luna, de un aire
con aceite donde los pájaros no hacen más que resbalar,
la inconsistencia del fruto,
esta manía de los árboles de brotar en primavera
tren detenido, la tarde es una mezcla de escombros y de viento,
un chico escuálido se balancea boca abajo en una rama, cerca de la hembra con cría
la manada camina, trota, con dificultosa lentitud
atrás los vagones, el óxido sobre las preguntas
caminás, corrés con dificultosa lentitud, el chico escuálido traga los escombros,
la inconsistencia del fruto, la estúpida cara de la luna,
no hace más que resbalar en el aceite, no hace más que arrancar piedras
desde las tripas de la hembra
el tren recupera movimiento, la noche en un páramo de voces,
él levanta la luna con la mano,
la guarda boca abajo en el aceite,
se achica
3
cada vez creo menos en el decir, dijo alguien,
los colores empezaron a cambiar en un punto del camino
y desde este ángulo del camarote, desde la ventanilla empañada
de gotas siempre externas, ves otra lámina de humo,
una alameda con hojas secas, un puente de piedra que cubre
la huella sobre el pasto
también hay cipreses y arbustos innombrables
la tierra está plegada desde hace ya varios siglos
y este tren, del que sos pasajera casi involuntaria,
se desliza en los durmientes y las vías de acceso
como tantos vehículos posibles
después el agua, cables entre postes y resortes,
muros de hierro con dinamita de lo que no se puede decir
ahora no quiero mirar
carbón debajo de los ojos
mil caras te dilatan la memoria,
alguien espera en algún sitio
vamos, tenés que elegir, al fin de cuentas
llevaste a cabo fundaciones más comprometidas
suficientes fantasmas,
podés creer que sometiste a la fiebre
pero hay carbón debajo de los ojos todavía,
no es posible tirarlo nuevamente al mar
las redes están quebradas
relámpagos iluminan tus manos ahora
y lo que ves reptar son estrellas
vamos, arrastrá tu cuerpo
que su ropa se aleje por el agua
padre en la escalera
en otoño trepaba su escalera de pintor con una tijera de podar sobre la espalda,
los cuadros de la camisa rozaban el metal y la madera, se movían en círculos mientras mi padre,
como un gato, cubría uno a uno los escalones oblicuos, sables como tallos los hierros que terminaban en cuña
al llegar arriba enderezaba la tijera y empezaba a cortar, para tener mejor sombra en el verano, decía
las hiedras no son verdes durante el otoño, no hay orugas ni flores en los canteros, no obstante mi padre amontonaba gran cantidad de hojas que dejaba secar en el fondo del jardín
lo que venía después era un ritual, me gustaba el olor a humo de la ceremonia
anoche, alguien cortó una enredadera y la dejó junto a una columna de piedra
en la casa nueva
la casa nueva será más pequeña que la anterior, ni orugas ni flores en otoño,
hojas para la ceremonia en el fondo del jardín
para llegar a la casa de la isla
zumban avispas, cinturas los panales,
el río es una placa, tus dos piernas en una,
abajo, como flechas, hombros adelante, que froten
amarras, que se achiquen
buscá el ángulo, pisalo con fuerza para que te expulse,
ojos distantes sobre el cuerpo, la brazada es otra,
la mano sobre el junco, tranquila, tenés las iniciales
de tu nombre en el anillo, fijate bien,
la escalera del muelle es otra cosa, resbala de verde
cuando el agua sube, madera liquen cuando baja
no es musgo en la cabeza, señores
lógica pura hasta llegar a la casa de la isla,
se sabe que los juncos hamacaron flotar sobre sus tientos,
se sabe que el aire de la casa suma respiración,
resta salir del agua, la blusa adherida a las costillas
islas
l
la isla desde arriba,
alguien va a llevársela en la espalda
el hombre sentado sobre el último diario
cuenta historias, escribe
barbas y contornos que se besan
escribe manchas blancas en la isla,
lejos de la memoria de la isla
la isla sobre un paño,
huecos de aire, caídas en esta turbulencia,
el hombre escribe océanos de tumbas
lee sus tres pasos en voz alta
sobrevolamos rocas negras
el hombre ya no escribe,
sangra pozos en el fondo del pozo
pero frota sus dedos y el silencio no existe,
manos con raíces en el agua
2
la casa que ves caminar es un océano,
no hace falta apilar troncos para traerla hasta aquí,
cortá flores con la boca, bocas con el cuerpo, date vuelta,
no mires hasta que la cuerda se rompa la garganta,
hasta que la espalda reaparezca y trepe
arcilla por las piernas no
que la arcilla se disuelva, que no respire,
que ronque lo que tiene que roncar
con arena te gusta,
seca húmeda en las tablas,
para envolver las mitades de tu casa
branquias entreabiertas, vamos,
estrellas reptan carbón debajo de tus ojos todavía,
date vuelta, los pasos tienen bocas en el cuerpo
la casa sangra noche
ramas y soles desde otra ventana,
faltan pasos, algunos vagones en sus rieles,
las manos cruzadas sobre el pecho, rotas
de sudor en la garganta, sabés
que son ramas de su voz en las paredes,
sobre los canales ves el movimiento
agua desde tu cabeza, los remos sueltan anclas
debajo de las quillas
ves las hojas secas que comprimen,
sabés que resbalás, que la isla en sus inmediaciones,
que los peces no son espejismos que se alejan,
los insectos vuelan guerras de conos invertidos,
tu mano está adherida a su costilla
si la casa sangra noche,
ni orugas ni flores en los canteros
ventanas
1
en la sexta ventana una ausencia de soles,
en la sexta ventana un globo de arena,
el útero a punto de masticar la tierra
en la sexta ventana la fragua, el humo,
una escuadra de insectos a lomo de insecto
en la sexta ventana astillas
de todos los huecos de todos los huesos de aquel hombre
en la sexta ventana otra fragua,
otro humo en la sexta ventana
2
sueltan estrellas curvas los canales
desde la embarcación, maría la tercera en tu cintura
el abrazo cuenta, la velocidad del viento sobre el agua
orión es un faro blanco entre los indicadores,
dicen que el tramo es bajo si pensás calar profundo
pero flotar flotan de tallos los estambres
no importa la posición, qué más da
si el aire viene ahora de la roca,
si los remos por delante, de costado,
es necesario cerrar los ojos hasta que la lluvia pase
como sea que coloques la cabeza tus manos son raíces,
la montaña se ve detrás del junco,
la casa con sus once ventanas
también esta noche
es posible abrir la puerta en la maleza
y engendrar frutos que no vienen de la tierra
sino de su columna vertebral
te gustan los ademanes de su casa,
el encuentro perdura en el movimiento de los músculos
en su casa los pájaros huelen a madera,
los libros inyectan demandas en los vértices,
los vértices son cerebros que batallan contra el sueño
la oscuridad, la fatiga en su casa,
son imágenes
te gusta su cuarto, te gusta quién es él en su cuarto,
te gusta que deje tus zapatos al costado de la cama y te condene
a mezclar resurrecciones con agua del infierno
no la voz en un retrato
vas a enjabonarte el cuerpo, el agua sopla tibio dentro de tus piernas,
él colocó jabón, aceite bajo la columna que viene del cromo, trae piedras de sal
y de jazmines, quiere enjabonarte el cuerpo con jazmines
remueve la toalla, la voz duele, la saca de allí, se hunde en esferas que suben hasta las vetas del mármol,
cierra tus ojos, no lo ves, acomoda la toalla
bajo tu cabeza, las piedras se diluyen en escamas que empiezan a flotar
sobre tus hombros, quiere enjabonarte el cuerpo con escamas
la voz viene del borde frío en la bañera, te asustan los sonidos graves,
los cubre con aceite, vas a enjabonarle el cuerpo con aceite
that is the house, those are
the blurring faces you could see
Olga orozco
what does it matter whether it is in verse or in prose,
with these words or with those?
Juana de Asbaje
come, sit in the shade
with your head on the stone, eyes slanted heavenward, the trees won’t eat you, it is summer, voices care for their throat in summer, no need to stir up the air, a never tiring wind, put your head on the stone, do you know how to pray?, too much light for those crossed legs, your legs should be tracing angles, your head on the soil, seek a plane of your own, your hands over the river, why not cut a jazmin where it flows into the sea?
smoky walls
there is knowledge in the bricks uninhabiting a floating house
it can no more than smoke and float
memory breathes in the next match,
asbestos bones knowing nothing but asbestos,
floating asbestos over the bricks
memory is a path carpeting the house,
saying it wants to float on the stairs but the stairs don’t,
so smoke and walls with smoke,
memory with hands on the stairs
motion on the plain
a bitter smell like embers or like ice
the March sun clinging to the handrail
by the stirrup landing,
your head inside, upon two shelves
the train does not halt its travel under the water,
the commands must be found,
steam does not govern like smoke,
no iron sheets to guide
winding railroads on clay
getting out means meandering,
nibbling on jaws till they dance
three days and three nights the journey lasts,
if the house is on the other side there will be fish, bugs
on the surface, four pillars clearly sighted,
a lush narrow street,
windows open wide like gulfs
spheres and wagons among the fruit trees
a woman breaking and crushing clods of earth
rain on the wires, that woman breaks clods of earth
crushing them, one hand on the soil, another
on the seeds; her eyes on the man approaching her, she says
I have a daughter in the clouds, an apple on my tongue,
she wets her arms, wets her arms with tow,
the table topples, rings of bread in the paddocks,
the woman with empty gates, foals changing places
in this patch, mother, there are also planks in this patch,
wood is wood, it splinters, crosses,
ropes sparkle like tapestry
tapestries burst into a globe, bodies burst into a globe,
the woman touches a string and it is silk, not
horse eyes, she, hyena lips that have not learnt to smile,
the man cuts flowers with the mouth
of the mother on his chest moves his fingers like suns,
climbs the ivy, wrapped in the silk of his arms,
a flower in his mouth,
his gun loaded, foals
change places in this patch
footsteps on the stairs
it is not the voice in a portrait but only footsteps what remains of his footsteps on the stairs what remains of the stairs over your window not the voice below the partition stuck to your hands the voice on the landing behind your bedroom door the voices of his voice in other voices the absence of his voice in other ways not the deepness of his voice in a drawing but the tangled footsteps on the pillow footsteps on this cobbled sky footsteps that will find you under other footsteps
over the walls
below the pillow
to be obliterated fused severed
the bricks to hammer funnels
to hammer globes
you see no keys in your room
1
an animal covers the doors of the house,
it is his eye that creaks, not yours
arms movement move the roots,
arms movement like cathedrals
more water on the walls, white
a thermometer at forty degree eats dust on your knees
his eyes, not yours, tell part of the story:
hand on the axe, the axe with the executioner
whose white blood for a leap into thin air?
white is the picture on the stairs, whitened cathedrals with blank arms, white charcoals, white planks of feet with white, leap, dust on the windows, eleven times white eyes of your room
2
you run towards the stairs, you slip
is the blue a beret? Mary Immaculate on your head?
there is such bliss in waking close to the grass
the talk in the dream room a case in point:
broken the stairs, always more real than that of the tree
a pair of hands activate the turbine, from above
your legs are tortoises undulating towards the isle,
hell near, in your head
wherever your eye may roam
wherever your eye may roam, horses
even if the mist melts
behind the smoke lurk hooves
in the centre of the isle,
trees wear away the canals
the sun on the water lilies comes as a blow
the horses leap,
cobwebs or devil’s hair
their trotting can also be heard,
a frantic chafing of metals
they will pierce the rushes on this shore
and pierce from side to side the column
of rushes on this shore
always in this place shadows that embrace
departing logs
nests on the metal sheets over the dams
a little water needed
this scent of rain does not suffice,
March is in the picket fences,
in the blemishes on the roofs
in the animal of flesh dragging flesh
to chew on to bury
March in the roadway lines and the misted pane
March in the drought and the walls of this room,
March growing in this thirst, birds shatter in the air,
the trees have exploded, green is but a memory
a circle under the legs
1
a circle under the legs
beyond the glass people forge ahead in their cars
cars forging ahead with their spin, the watch
on your arm spurts like the clock in the street:
don’t go and get lost, the wind loosens ropes
to dynamite your body and split it in two
each with their own guardian, the ritual gallop,
the cloud that overcomes footprints
and the afternoon on your forehead before becoming a flesh wound
the boldness of another story returns, with horses behind
the last one rips off the saddle,
flogging of a whiplash on the bare rump
2
who cares where you gave birth to night,
when your waist melted away in a rope
what if you saw or did not see the woman jumping hurdles
as if they could return portions of her body,
you saw coal and that was the end,
a lukewarm death
you pushed it out to the sea of the city where you lived
3
you can write on the walls, the panes, the pillars,
this bladed tongue with silence,
write on the tombs of the house, the eyes
of the house, the monsters of the house,
your knees and the land,
but the bones are deaf,
there are drums by the window,
a breath wrapped in the neck
the noise bonded on the wood,
that stone clattering,
a sound of hooves bonded on the wood
at this very time she looks like Santa Teresa
pond woman in a photo
incomplete the hand moving on your waist
a womb partly open, cords bonding on the cords
the woman is a leopard
a sound shatters, cuts, part of the tongue,
music from stone, playing
a game with the angel, with the child,
womb the blood against the body
against the body outside, womb in the tree of the photo
prose in twos in the heads, blood is given
not taken inside the blood,
eyes on the cords,
your waist between her hands
flowers beneath the earth
you were expecting a meek night, half a cigarette in the weariness, the earth holding your sandals, the axis, a support, the labyrinth, a pink labyrinth with golden stars and sparkles, diadem on forehead, banner lit up inside, the wind embedded in your knees
you expected giddiness, wolves?, arms open like crosses, the glass slipper on the stairs, a love like crystal, the green in perfect sequence, clouds on the run from the window of the plane
lips on skin, nails on flesh, you expected bright lightning, dying better than your corpse to eat flowers beneath the earth
too much noise in this room
there is no point in heeding hands under warm water,
for even so cables graze the blinds and in the trees,
in the column of smoke between the fingers and down to the lungs,
there are presences
someone calls from the next room,
someone will hear the steps and the voice,
it could be a child, it could be a man
your hands are warm,
smoke in the air,
it is possible to walk towards the steps to answer
no need to describe any object,
or weave or unweave any mesh
it might come to pieces again
soft dough on soft stones, your head a bulrush under liquid whiteness, dry milk along high streets
your children pray their song at school, the rings of their legs watchful while the house floats raised on four pillars
it is an evil omen when a tree grows taller than the columns, your mother would say now, were she to witness the child on the roof tiles; a single one splits, the cracks reach the ceilings and in this room the air starts to sustain almost each piece of its furniture
you with your banner, your diadem of flowers, the blood fastened to your wrists, with your hand on the tree before resembling the ivy that weaves ivy in the hedge around your home
what was seen was a volcano
rather have white blankets unwrinkled, they scare
sleeping bags, one
rather have beings jumping cataclysms on the roof, two
too many bruises on their legs,
the stairs should be walked down carefully, three
winter bodies
flow through their hands,
what was seen was a volcano
black cloth over black bags
bags out into the street,
trees do not escape their positions
trees do not escape song
the light pole must be tied to the pavement, tie oneself up
to the light pole on the pavement,
blank slate on the pillow
nail in the movement of one’s eyelids
then there are doors, laughter in the house
you would like to run, wash
the candle wax , the stem of the rose,
salt from the cables
but the walls knit behind the posters
you would like to see the man that crosses fixed in the window,
the oak crosses fixed from the door
but you see stone beads in the hands of the stones
the bricks seal smoke against,
she poses with you in a portrait
knits, cuts with her eyes, the arms in the image smile
she hides if the cloth moves ahead over the smoke,
blind legs play: brushing voices within the footsteps
you would like to hear her, yes
but she splits her forehead over the fixed cross
sealing what has broken in the image
little is seen for much is erased
behind the smoke she knits
no one’s drivel, from thread to thread,
lush rivers like on the outside
trains
1
the train is inertia in this town,
a sinking mass, north and south its own image,
glass hands in the dining-car,
breaking through knots the plain, describing the flatness
on the table, close to the mouths, an animal
enlarges the design of its fingers,
for some time now the west has clung to the windows,
a smooth passage gently aging,
the rain can be adulterated,
trafficking bones along with flesh,
hail beats down intermittently
to one side the animal its gullet full and, head on,
the rounded forehead of the train, deserted and frozen
like the surface of those rails
seeing not, watching the inertia dividing the flesh, the foolish
gesture of the animal in its greed,
the knots enclosing the stones,
the mass hollowing out to release them
2
a frozen light survives, snores, melts away, speaks of what is now: the stabbed sky, the water on the sleepers, the calm death-throes of lightning over the mountain
speaks of the stupid face of the moon, of an oily breeze where birds can but slip about, the inconsistency of the fruit, this untimely habit of trees sprouting in spring
train at a standstill, the afternoon a mix of debris and wind, a skinny boy hanging down from a branch, near the female with her young
the herd walks, trots, with troubled slowness
wagons behind, rust over questions
you walk, run with troubled slowness, the skinny boy swallows the debris, the inconsistency of the fruit, the stupid face of the moon, he can but slip in the oil, wanting only to pulling stones from the guts of the female
the train picks up speed, the night in a moor of voices, the skinny boy lifts the moon with his hand, places it face down in the oil, shrinks
3
as time passes I believe less in words spoken, one was heard to say, colours began to change at some point along the way and from this angle of the sleeping car, from the windows steamed over with drops from the outside, another sheet of smoke emerges, a poplar grove with dry leaves, a stone bridge covering the footprint on the grass
cypresses and unnameable bushes also abound
folds in the earth from centuries back and this train where you are but an involuntary passenger slides over the sleepers and tracks as so many others might do
then the water, cables between posts and springs, iron walls with dynamite for what cannot be said
now I do not want to look
coal beneath the eyes
a thousand faces expanding your memory
somebody somewhere awaits
come, it is your choice, in the end you have built more serious foundations
enough with ghosts,
you may believe you have conquered the fever but
there is yet coal beneath the eyes,
impossible to throw it out to sea again
the nets are ripped
lightning bolts light your hands now
what you see creeping are stars
come, drag your body along
let your clothes drift away across the water
dad on the ladder
in autumn he would climb up his ladder carrying his clippers on his back, his checked shirt scuffing the metal and the wood, moving in circles while catlike your father covered the slanting steps one by one, sabres like iron stems ending in a wedge
once at the top he would straighten the clippers and start to cut, to have better shade in summer, he used to say
ivy plants are not green in autumn, no caterpillars or flowers in the flowerbeds yet your father piled mounds of leaves and let them dry in the backyard
what came later was a ritual, you loved the smell of smoke of the ceremony
last night, someone cut an ivy and left it by a stone column in the new house
the new house will be smaller than the last one, neither caterpillars nor flowers in autumn, only leaves for the ceremony in the backyard
to get to the house on the isle
wasps swarm, waists the hives,
the water is a plate, your two legs in one,
below, like arrows, shoulders forward, rubbing
the mooring ropes, letting them shrink
look for the angle, step on it hard so it forces you out,
faraway eyes over the body, a different stroke,
a hand over the bulrush, keep calm,
your initials are on the ring, look carefully,
the ladder on the pier is something else, slippery green
when the water rises, lichen wood when it goes down
it is not moss on the head, gentlemen,
pure logic to get to the house on the isle,
it is known the bulrushes swung floating on their wicker,
it is known the air of the house adds breathing,
all you have to do is leave the water, your blouse clinging to your ribs
isles
1
the isle from above,
someone will carry it away on their back
the man sitting on the last newspaper
telling stories, writing
beards and contours that kiss,
writing white stains on the isle,
far from the memory of the isle
the isle on a cloth,
air hollows, sudden falls in this turbulence
the man writes oceans of tombs,
reads his three steps aloud
we fly over black rocks
the man no longer writes,
he bleeds wells at the bottom of the pit
but he rubs his fingers and silence does not exist,
hands with roots in the water
2
the house you see walking is an ocean
no need to pile up logs to bring it here,
cut some flowers with your mouth, mouths with your body, turn round,
don’t look until the rope breaks its throat,
until the back reappears and climbs
clay up your legs, no,
better for the clay to dissolve, without breathing,
let what has to snore, snore
you like it with sand,
dry damp on the planks,
to wrap the halves of your house
open gills, let us go,
stars still creep coal beneath your eyes,
turn round, footsteps have mouths on their body
the house bleeds night
branches and suns from another window,
some steps missing, a few wagons on their rails,
hands crossed over chest, broken
of sweat on the throat, you know
they are branches of his voice in the walls,
on the canals you see its movement
water from your head, the oars weighing anchors
below the keels
you see dry leaves compressing,
you know you are slipping, that the isle is somewhere nearby,
that the fish are not mirages retreating
the bugs fly in wars of inverted cones,
your hand clinging to his rib
if the house bleeds night,
neither caterpillars nor flowers in the flower beds
windows
1
in the sixth window no suns,
in the sixth window a globe of sand,
the womb about to chew the earth
in the sixth window the forge, smoke,
a fleet of bugs riding bugs
in the sixth window splinters
of all the hollows of all the bones belonging to that man
in the sixth window another forge,
another smoke in the sixth window
2
the canals release curved stars
from the craft, Mary the third on your waist
the hug counts, the speed of the wind over the water
Orion is a white lighthouse among the signs,
they say the stretch is shallow if you want to pierce deeply
but floating, the stamens float upon the stems
the position unimportant, who cares
if the air comes now from the rock,
if the oars are ahead, at the side,
just close your eyes till the rain is over,
no matter how you place your head your hands are roots,
the mountain looms behind the rushes,
the house with its eleven windows
and this night too
you can open the door in the undergrowth
and breed fruits that come not from the earth
but from his spine,
you like the gestures of his house,
the encounter endures in the movement of muscles
in his home birds smell of wood,
books inject demands at the corners,
the corners are brains battling against sleep,
the darkness, the fatigue in his home,
are but images
you like his room, you like him as he is in his room,
you like him leaving your shoes by the bed and condemning you
to mixing resurrections with water from hell
not the voice in a portrait
you want to soap down your body, the water blows warm inside your legs, he brought the soap, added oil under the column coming from chrome, he brings stones of salt and of jasmines, he wants to lather your body with jasmines
he removes the towel, the voice hurts, he takes it away, it sinks in spheres creeping up to the marble veins, he closes your eyes, you cannot see him, he places the towel under your head, the stones melt into scales floating on your shoulders, he wants to soap down your body with scales
the voice comes from the cold edge of the bath, the deep tones scare you, he covers them with oil, you will soap down his body with oil
the blurring faces you could see
Olga orozco
what does it matter whether it is in verse or in prose,
with these words or with those?
Juana de Asbaje
come, sit in the shade
with your head on the stone, eyes slanted heavenward, the trees won’t eat you, it is summer, voices care for their throat in summer, no need to stir up the air, a never tiring wind, put your head on the stone, do you know how to pray?, too much light for those crossed legs, your legs should be tracing angles, your head on the soil, seek a plane of your own, your hands over the river, why not cut a jazmin where it flows into the sea?
smoky walls
there is knowledge in the bricks uninhabiting a floating house
it can no more than smoke and float
memory breathes in the next match,
asbestos bones knowing nothing but asbestos,
floating asbestos over the bricks
memory is a path carpeting the house,
saying it wants to float on the stairs but the stairs don’t,
so smoke and walls with smoke,
memory with hands on the stairs
motion on the plain
a bitter smell like embers or like ice
the March sun clinging to the handrail
by the stirrup landing,
your head inside, upon two shelves
the train does not halt its travel under the water,
the commands must be found,
steam does not govern like smoke,
no iron sheets to guide
winding railroads on clay
getting out means meandering,
nibbling on jaws till they dance
three days and three nights the journey lasts,
if the house is on the other side there will be fish, bugs
on the surface, four pillars clearly sighted,
a lush narrow street,
windows open wide like gulfs
spheres and wagons among the fruit trees
a woman breaking and crushing clods of earth
rain on the wires, that woman breaks clods of earth
crushing them, one hand on the soil, another
on the seeds; her eyes on the man approaching her, she says
I have a daughter in the clouds, an apple on my tongue,
she wets her arms, wets her arms with tow,
the table topples, rings of bread in the paddocks,
the woman with empty gates, foals changing places
in this patch, mother, there are also planks in this patch,
wood is wood, it splinters, crosses,
ropes sparkle like tapestry
tapestries burst into a globe, bodies burst into a globe,
the woman touches a string and it is silk, not
horse eyes, she, hyena lips that have not learnt to smile,
the man cuts flowers with the mouth
of the mother on his chest moves his fingers like suns,
climbs the ivy, wrapped in the silk of his arms,
a flower in his mouth,
his gun loaded, foals
change places in this patch
footsteps on the stairs
it is not the voice in a portrait but only footsteps what remains of his footsteps on the stairs what remains of the stairs over your window not the voice below the partition stuck to your hands the voice on the landing behind your bedroom door the voices of his voice in other voices the absence of his voice in other ways not the deepness of his voice in a drawing but the tangled footsteps on the pillow footsteps on this cobbled sky footsteps that will find you under other footsteps
over the walls
below the pillow
to be obliterated fused severed
the bricks to hammer funnels
to hammer globes
you see no keys in your room
1
an animal covers the doors of the house,
it is his eye that creaks, not yours
arms movement move the roots,
arms movement like cathedrals
more water on the walls, white
a thermometer at forty degree eats dust on your knees
his eyes, not yours, tell part of the story:
hand on the axe, the axe with the executioner
whose white blood for a leap into thin air?
white is the picture on the stairs, whitened cathedrals with blank arms, white charcoals, white planks of feet with white, leap, dust on the windows, eleven times white eyes of your room
2
you run towards the stairs, you slip
is the blue a beret? Mary Immaculate on your head?
there is such bliss in waking close to the grass
the talk in the dream room a case in point:
broken the stairs, always more real than that of the tree
a pair of hands activate the turbine, from above
your legs are tortoises undulating towards the isle,
hell near, in your head
wherever your eye may roam
wherever your eye may roam, horses
even if the mist melts
behind the smoke lurk hooves
in the centre of the isle,
trees wear away the canals
the sun on the water lilies comes as a blow
the horses leap,
cobwebs or devil’s hair
their trotting can also be heard,
a frantic chafing of metals
they will pierce the rushes on this shore
and pierce from side to side the column
of rushes on this shore
always in this place shadows that embrace
departing logs
nests on the metal sheets over the dams
a little water needed
this scent of rain does not suffice,
March is in the picket fences,
in the blemishes on the roofs
in the animal of flesh dragging flesh
to chew on to bury
March in the roadway lines and the misted pane
March in the drought and the walls of this room,
March growing in this thirst, birds shatter in the air,
the trees have exploded, green is but a memory
a circle under the legs
1
a circle under the legs
beyond the glass people forge ahead in their cars
cars forging ahead with their spin, the watch
on your arm spurts like the clock in the street:
don’t go and get lost, the wind loosens ropes
to dynamite your body and split it in two
each with their own guardian, the ritual gallop,
the cloud that overcomes footprints
and the afternoon on your forehead before becoming a flesh wound
the boldness of another story returns, with horses behind
the last one rips off the saddle,
flogging of a whiplash on the bare rump
2
who cares where you gave birth to night,
when your waist melted away in a rope
what if you saw or did not see the woman jumping hurdles
as if they could return portions of her body,
you saw coal and that was the end,
a lukewarm death
you pushed it out to the sea of the city where you lived
3
you can write on the walls, the panes, the pillars,
this bladed tongue with silence,
write on the tombs of the house, the eyes
of the house, the monsters of the house,
your knees and the land,
but the bones are deaf,
there are drums by the window,
a breath wrapped in the neck
the noise bonded on the wood,
that stone clattering,
a sound of hooves bonded on the wood
at this very time she looks like Santa Teresa
pond woman in a photo
incomplete the hand moving on your waist
a womb partly open, cords bonding on the cords
the woman is a leopard
a sound shatters, cuts, part of the tongue,
music from stone, playing
a game with the angel, with the child,
womb the blood against the body
against the body outside, womb in the tree of the photo
prose in twos in the heads, blood is given
not taken inside the blood,
eyes on the cords,
your waist between her hands
flowers beneath the earth
you were expecting a meek night, half a cigarette in the weariness, the earth holding your sandals, the axis, a support, the labyrinth, a pink labyrinth with golden stars and sparkles, diadem on forehead, banner lit up inside, the wind embedded in your knees
you expected giddiness, wolves?, arms open like crosses, the glass slipper on the stairs, a love like crystal, the green in perfect sequence, clouds on the run from the window of the plane
lips on skin, nails on flesh, you expected bright lightning, dying better than your corpse to eat flowers beneath the earth
too much noise in this room
there is no point in heeding hands under warm water,
for even so cables graze the blinds and in the trees,
in the column of smoke between the fingers and down to the lungs,
there are presences
someone calls from the next room,
someone will hear the steps and the voice,
it could be a child, it could be a man
your hands are warm,
smoke in the air,
it is possible to walk towards the steps to answer
no need to describe any object,
or weave or unweave any mesh
it might come to pieces again
soft dough on soft stones, your head a bulrush under liquid whiteness, dry milk along high streets
your children pray their song at school, the rings of their legs watchful while the house floats raised on four pillars
it is an evil omen when a tree grows taller than the columns, your mother would say now, were she to witness the child on the roof tiles; a single one splits, the cracks reach the ceilings and in this room the air starts to sustain almost each piece of its furniture
you with your banner, your diadem of flowers, the blood fastened to your wrists, with your hand on the tree before resembling the ivy that weaves ivy in the hedge around your home
what was seen was a volcano
rather have white blankets unwrinkled, they scare
sleeping bags, one
rather have beings jumping cataclysms on the roof, two
too many bruises on their legs,
the stairs should be walked down carefully, three
winter bodies
flow through their hands,
what was seen was a volcano
black cloth over black bags
bags out into the street,
trees do not escape their positions
trees do not escape song
the light pole must be tied to the pavement, tie oneself up
to the light pole on the pavement,
blank slate on the pillow
nail in the movement of one’s eyelids
then there are doors, laughter in the house
you would like to run, wash
the candle wax , the stem of the rose,
salt from the cables
but the walls knit behind the posters
you would like to see the man that crosses fixed in the window,
the oak crosses fixed from the door
but you see stone beads in the hands of the stones
the bricks seal smoke against,
she poses with you in a portrait
knits, cuts with her eyes, the arms in the image smile
she hides if the cloth moves ahead over the smoke,
blind legs play: brushing voices within the footsteps
you would like to hear her, yes
but she splits her forehead over the fixed cross
sealing what has broken in the image
little is seen for much is erased
behind the smoke she knits
no one’s drivel, from thread to thread,
lush rivers like on the outside
trains
1
the train is inertia in this town,
a sinking mass, north and south its own image,
glass hands in the dining-car,
breaking through knots the plain, describing the flatness
on the table, close to the mouths, an animal
enlarges the design of its fingers,
for some time now the west has clung to the windows,
a smooth passage gently aging,
the rain can be adulterated,
trafficking bones along with flesh,
hail beats down intermittently
to one side the animal its gullet full and, head on,
the rounded forehead of the train, deserted and frozen
like the surface of those rails
seeing not, watching the inertia dividing the flesh, the foolish
gesture of the animal in its greed,
the knots enclosing the stones,
the mass hollowing out to release them
2
a frozen light survives, snores, melts away, speaks of what is now: the stabbed sky, the water on the sleepers, the calm death-throes of lightning over the mountain
speaks of the stupid face of the moon, of an oily breeze where birds can but slip about, the inconsistency of the fruit, this untimely habit of trees sprouting in spring
train at a standstill, the afternoon a mix of debris and wind, a skinny boy hanging down from a branch, near the female with her young
the herd walks, trots, with troubled slowness
wagons behind, rust over questions
you walk, run with troubled slowness, the skinny boy swallows the debris, the inconsistency of the fruit, the stupid face of the moon, he can but slip in the oil, wanting only to pulling stones from the guts of the female
the train picks up speed, the night in a moor of voices, the skinny boy lifts the moon with his hand, places it face down in the oil, shrinks
3
as time passes I believe less in words spoken, one was heard to say, colours began to change at some point along the way and from this angle of the sleeping car, from the windows steamed over with drops from the outside, another sheet of smoke emerges, a poplar grove with dry leaves, a stone bridge covering the footprint on the grass
cypresses and unnameable bushes also abound
folds in the earth from centuries back and this train where you are but an involuntary passenger slides over the sleepers and tracks as so many others might do
then the water, cables between posts and springs, iron walls with dynamite for what cannot be said
now I do not want to look
coal beneath the eyes
a thousand faces expanding your memory
somebody somewhere awaits
come, it is your choice, in the end you have built more serious foundations
enough with ghosts,
you may believe you have conquered the fever but
there is yet coal beneath the eyes,
impossible to throw it out to sea again
the nets are ripped
lightning bolts light your hands now
what you see creeping are stars
come, drag your body along
let your clothes drift away across the water
dad on the ladder
in autumn he would climb up his ladder carrying his clippers on his back, his checked shirt scuffing the metal and the wood, moving in circles while catlike your father covered the slanting steps one by one, sabres like iron stems ending in a wedge
once at the top he would straighten the clippers and start to cut, to have better shade in summer, he used to say
ivy plants are not green in autumn, no caterpillars or flowers in the flowerbeds yet your father piled mounds of leaves and let them dry in the backyard
what came later was a ritual, you loved the smell of smoke of the ceremony
last night, someone cut an ivy and left it by a stone column in the new house
the new house will be smaller than the last one, neither caterpillars nor flowers in autumn, only leaves for the ceremony in the backyard
to get to the house on the isle
wasps swarm, waists the hives,
the water is a plate, your two legs in one,
below, like arrows, shoulders forward, rubbing
the mooring ropes, letting them shrink
look for the angle, step on it hard so it forces you out,
faraway eyes over the body, a different stroke,
a hand over the bulrush, keep calm,
your initials are on the ring, look carefully,
the ladder on the pier is something else, slippery green
when the water rises, lichen wood when it goes down
it is not moss on the head, gentlemen,
pure logic to get to the house on the isle,
it is known the bulrushes swung floating on their wicker,
it is known the air of the house adds breathing,
all you have to do is leave the water, your blouse clinging to your ribs
isles
1
the isle from above,
someone will carry it away on their back
the man sitting on the last newspaper
telling stories, writing
beards and contours that kiss,
writing white stains on the isle,
far from the memory of the isle
the isle on a cloth,
air hollows, sudden falls in this turbulence
the man writes oceans of tombs,
reads his three steps aloud
we fly over black rocks
the man no longer writes,
he bleeds wells at the bottom of the pit
but he rubs his fingers and silence does not exist,
hands with roots in the water
2
the house you see walking is an ocean
no need to pile up logs to bring it here,
cut some flowers with your mouth, mouths with your body, turn round,
don’t look until the rope breaks its throat,
until the back reappears and climbs
clay up your legs, no,
better for the clay to dissolve, without breathing,
let what has to snore, snore
you like it with sand,
dry damp on the planks,
to wrap the halves of your house
open gills, let us go,
stars still creep coal beneath your eyes,
turn round, footsteps have mouths on their body
the house bleeds night
branches and suns from another window,
some steps missing, a few wagons on their rails,
hands crossed over chest, broken
of sweat on the throat, you know
they are branches of his voice in the walls,
on the canals you see its movement
water from your head, the oars weighing anchors
below the keels
you see dry leaves compressing,
you know you are slipping, that the isle is somewhere nearby,
that the fish are not mirages retreating
the bugs fly in wars of inverted cones,
your hand clinging to his rib
if the house bleeds night,
neither caterpillars nor flowers in the flower beds
windows
1
in the sixth window no suns,
in the sixth window a globe of sand,
the womb about to chew the earth
in the sixth window the forge, smoke,
a fleet of bugs riding bugs
in the sixth window splinters
of all the hollows of all the bones belonging to that man
in the sixth window another forge,
another smoke in the sixth window
2
the canals release curved stars
from the craft, Mary the third on your waist
the hug counts, the speed of the wind over the water
Orion is a white lighthouse among the signs,
they say the stretch is shallow if you want to pierce deeply
but floating, the stamens float upon the stems
the position unimportant, who cares
if the air comes now from the rock,
if the oars are ahead, at the side,
just close your eyes till the rain is over,
no matter how you place your head your hands are roots,
the mountain looms behind the rushes,
the house with its eleven windows
and this night too
you can open the door in the undergrowth
and breed fruits that come not from the earth
but from his spine,
you like the gestures of his house,
the encounter endures in the movement of muscles
in his home birds smell of wood,
books inject demands at the corners,
the corners are brains battling against sleep,
the darkness, the fatigue in his home,
are but images
you like his room, you like him as he is in his room,
you like him leaving your shoes by the bed and condemning you
to mixing resurrections with water from hell
not the voice in a portrait
you want to soap down your body, the water blows warm inside your legs, he brought the soap, added oil under the column coming from chrome, he brings stones of salt and of jasmines, he wants to lather your body with jasmines
he removes the towel, the voice hurts, he takes it away, it sinks in spheres creeping up to the marble veins, he closes your eyes, you cannot see him, he places the towel under your head, the stones melt into scales floating on your shoulders, he wants to soap down your body with scales
the voice comes from the cold edge of the bath, the deep tones scare you, he covers them with oil, you will soap down his body with oil
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